Remembranzas
El Colegio Ignacia Velásquez siempre
tuvo la primacía en la región San Martin, cuando llegaron por primera vez las
madres mercedarias fue un gran momento para un cambio de visión, se instruía en primer lugar la fe religiosa, a vivir una
vida de valores de humildad y honestidad, con metas y objetivos, se inculcaba
todo, desde zurcir medias, cocina, etc. En física y química teníamos un
profesor intachable Rubén Ponce Chirinos, le gustaba exponer, mientras Sor
Luisa Pineda nos hacía disfrutar de Baldor en sus tres tomos aritmética algebra y geometría, eran tiempos duros se asistía al
colegio los sábados medio día, mientras que de lunes a viernes íbamos en dos
turnos mañana y tarde, y los domingos desarrollábamos las tareas; sin obviar a Sor Dolores que nos llenaba de exámenes de
biología todos los lunes, pero la más “verde” de todas era la Directora Sor Josefa Joaristi, quien
estaba espectadora diariamente en la puerta
del colegio para no pasarnos de las ocho
menos cinco, porque a las ocho en punto era la formación, a mí particularmente,
diario me dejaba fuera por tardona, apenas me cerraba, corría y entraba por la puerta de la dirección que estaba silencio y me metía al
salón, durante el día trataba de evadirla para que no me vea y de repente
me sacaba del colegio.
Por esas cosas que tiene la vida,
vino la peste de chancho y de gallinas, era peligroso comer carne y muy difícil
encontrar carne sana o buena, porque el mercado solo tenía tres o cuatro reses
para vender para todo un pueblo, de tal manera que las colas para comprar eran
largas y tenías que madrugar, pero ese
problema también llegó hasta la cocina de las monjitas que vivían en el
convento junto al colegio, un día que
cruzaba la esquina en compañía de mi hermana menor cargando mis petacas llenas de pan en mi cabeza rumbo al mercado, me encontré con la madre directora, que también iba en la misma dirección, aquel día no me dijo nada,
pero como siempre ese día llegué corriendo
nuevamente a la puerta del colegio justo a las ocho menos cinco, cuando la
madre me vio me dijo: ¡Tu pasas el resto
se queda!, vaya dije que suerte, ella recordará que a las cuatro de la mañana me vio vendiendo pan
en el mercado, en realidad esta entrada casi de auxilio al colegio no me
reconfortó, porque para mí realidad fue
muy tarde ya estábamos entrando al mes de noviembre y prácticamente ya
abandonaba el colegio porque estaba
terminando la secundaria, sin embargo lo
importante fue que la madre directora se
enteró que era madrugadora después de cinco años de lucha .
En mi salón habían chicas muy
lindas, cantaban bailaban y tocaban
castañuelas, las madres y los maestros laicos ponían todo de sí para enseñar a
las jovencitas, las actuaciones eran llenas de encanto de entrega, Corina Díaz tenía una linda voz y le
gustaba también mucho improvisar en teatro, Carmelita Sivina era experta con
las castañuelas, Carmelita Reátegui con sus chistes, Bertha Bardales, Clarita
Milena Ruiz Celis, y la inolvidable Sarita Cavero eran chicas sobresalientes y emprendedoras, todas
las chicas tenían grandes virtudes, pero algo cautivador fue cuando de nuestras aulas salió Merina
Simons para ser religiosa.
Lo saludable, en todo esto es que teníamos una educación integral, practicábamos natación, íbamos hasta la piscina en el barrio Belén para poder aprender a nadar con la conducción del profesor Augusto Torres, ahí sobresalía Delicia Acosta y cuando habían campeonatos de natación o de basquetbol siempre ganamos al colegio visitante, eran tiempos de alegría, de pundonor; pero en las festividades religiosas como semana santa y en los días patrióticos, siempre el colegio estaba vigente junto al pueblo, en la velada de Corpus Cristi íbamos en grupo después de la misa a la plaza de armas para poder comer las ricas variedades de platillos y bocaditos que vendían las mamás moyobambinas.
Qué bueno que el colegio siga en
la brega de mantener la identidad cultural
de la bella Moyobamba, más todavía si pronto se estará celebrando el 74 aniversario
de gratas satisfacciones. Porque no es fácil llegar a esta edad con
un prestigio tan encumbrado. “Viva por siempre la I.E. Ignacia Velásquez”.