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viernes, 23 de junio de 2017

REMEMBRANZAS

Remembranzas

Cuando llegan estás temporadas de celebraciones, donde está presente el Colegio Ignacia Velázquez, enseñando y participando en lo que significa nuestras raíces culturales, me emociono, porque vienen a mi memoria recuerdos tan sublimes de mi época de estudiante, cuando Margarita Hoyos de Villacorta una linda maestra de profesión nos enseñaba a recibir estas fiestas tradicionales de San Juan Bautista, aprendíamos las danzas, además las del ritual del  Inti Raymi, que épocas tan lindas de nuestras vidas, el valor a la madre tierra, el valor de nuestras costumbres, no se quedaban atrás, la enseñanza de  nuestra rica gastronomía que dejaron  nuestros antepasados, jugábamos a   las yincanas, los encostalados, a ensartar  agujas, equilibrio en bicicleta a coger manzanas solo con la boca sin las manos eran ciclos  inigualables donde los premios se acumulaban en cada ganador.

El Colegio Ignacia Velásquez siempre tuvo la primacía en la región San Martin, cuando llegaron por primera vez las madres mercedarias fue un gran momento para un cambio de visión, se instruía  en primer lugar la fe religiosa, a vivir una vida de valores de humildad y honestidad, con metas y objetivos, se inculcaba todo, desde zurcir medias, cocina, etc. En física y química teníamos un profesor intachable Rubén Ponce Chirinos, le gustaba exponer, mientras Sor Luisa Pineda nos hacía disfrutar de  Baldor en sus tres tomos aritmética algebra  y geometría, eran tiempos duros se asistía al colegio los sábados medio día, mientras que de lunes a viernes íbamos en dos turnos mañana y tarde, y los domingos desarrollábamos  las tareas; sin obviar a  Sor Dolores que nos llenaba de exámenes de biología todos los lunes, pero la más “verde” de todas  era la Directora Sor Josefa Joaristi, quien estaba espectadora  diariamente en la puerta del colegio  para no pasarnos de las ocho menos cinco, porque a las ocho en punto era la formación, a mí particularmente, diario me dejaba fuera por tardona, apenas me cerraba, corría  y entraba por la puerta de  la dirección que estaba silencio y me metía al salón, durante el día trataba de evadirla para que no me vea y  de repente  me sacaba del colegio.  
Por esas cosas que tiene la vida, vino la peste de chancho y de gallinas, era peligroso comer carne y muy difícil encontrar carne sana o buena, porque el mercado solo tenía tres o cuatro reses para vender para todo un pueblo, de tal manera que las colas para comprar eran largas y tenías que  madrugar, pero ese problema también llegó hasta la cocina de las monjitas que vivían en el convento junto al  colegio, un día que cruzaba la esquina en   compañía de mi hermana menor cargando  mis petacas llenas de pan en mi cabeza rumbo  al mercado, me encontré  con la madre directora, que también iba en  la misma dirección, aquel día no me dijo nada, pero como siempre  ese día llegué corriendo nuevamente a la puerta del colegio justo a las ocho menos cinco, cuando la madre me vio  me dijo: ¡Tu pasas el resto se queda!, vaya dije que suerte, ella recordará que  a las cuatro de la mañana me vio vendiendo pan en el mercado, en realidad esta entrada casi de auxilio al colegio no me reconfortó, porque  para mí realidad fue muy tarde ya estábamos entrando al mes de noviembre y prácticamente ya abandonaba  el colegio porque estaba terminando la secundaria, sin embargo  lo importante fue  que la madre directora se enteró que era madrugadora después de cinco años de lucha .
En mi salón habían chicas muy lindas, cantaban  bailaban y tocaban castañuelas, las madres y los maestros laicos ponían todo de sí para enseñar a las jovencitas, las actuaciones eran llenas de encanto de  entrega, Corina Díaz tenía una linda voz y le gustaba también mucho improvisar en teatro, Carmelita Sivina era experta con las castañuelas, Carmelita Reátegui con sus chistes, Bertha Bardales, Clarita Milena Ruiz Celis, y la inolvidable Sarita Cavero eran  chicas sobresalientes y emprendedoras, todas las chicas tenían grandes virtudes, pero algo cautivador  fue cuando de nuestras aulas salió Merina Simons para ser religiosa.

Lo saludable, en todo esto es que teníamos una educación integral, practicábamos natación, íbamos hasta la piscina en el barrio Belén para poder aprender a nadar con la conducción del profesor Augusto Torres, ahí sobresalía  Delicia Acosta  y cuando habían campeonatos de natación o  de basquetbol siempre ganamos al colegio visitante, eran tiempos de alegría, de pundonor; pero en las festividades religiosas como semana santa y en los días  patrióticos, siempre el colegio estaba vigente  junto al pueblo, en  la velada  de Corpus Cristi íbamos en grupo después de la misa a la plaza de armas para poder comer las  ricas variedades de platillos y bocaditos que vendían las mamás moyobambinas.

Qué bueno que el colegio siga en la brega de mantener la identidad cultural  de la bella Moyobamba, más todavía si pronto se estará celebrando el 74 aniversario  de gratas satisfacciones. Porque  no es fácil llegar a esta  edad  con un prestigio tan encumbrado. “Viva por siempre la I.E. Ignacia Velásquez”.